Hace poco más de dos
meses mi vida se puso patas para arriba. Alguien a quien yo quería mucho
se alejó y eso significó un sacudón fuerte. Pero, sin siquiera darme cuenta, todo
comenzó a equilibrarse. No quiero ponerme filosófica, que yo de filosofía no sé
nada. Si hasta me dormía en las clases del profesor bigotudo de la universidad.
Igual, supongo que las cosas pasan por algo, y así como alguien se fue, “alguienes”
vinieron. Esos “alguienes” me adentraron en un mundo que
yo veía lejano. Un submundo (no sé cómo decirlo) literario, artístico.
Estos “alguienes” son
Ever, Caro y Humber, figuran en orden de aparición, como en los créditos de una
película. Que no es una película nueva, sino más bien otro capítulo de una
trilogía o la cantidad de logías que tenga la vida.
Ever y Humber
son escritores, Caro odontóloga. Todos leemos. Caro y Humber viven cerca mío, Ever
lejos. Caro y yo caminamos, Ever y Humber tienen pies. Humber y yo tomamos
vino, Caro y Ever más cerveza. Todos comemos.
Ever me escribió un día para invitarme al ciclo de lectura que
organiza su amigo, “uno de mis mejores amigos” me dijo, que para mí era lo
mismo que nada, porque yo ni siquiera lo conocía a Ever así que sus relaciones
amistosas eran un agujero negro en la galaxia. Sin embargo, esa invitación no
me resultó del todo indiferente y quedó ahí en tintero. Es que, aunque Humber
vive cerca de mi casa, decidió adentrarse en un barrio, allá donde no pasan
colectivos ni nada, y a mí, que no tengo auto, no me resulta fácil llegar. Acá
aparece Caro. Que vive más cerca de mí que Humberto, y que, aunque nos
conocemos desde hace mil años, nunca fuimos amigas. Parece que ella es parte
del equilibrio universal que decidió regalarme un amor amistoso, el de ella y
de su perra Fiona.
En una de nuestras
primeras caminatas recordé el ciclo de lectura y le dije a Caro “vamos?” y Caro
dijo “vamos!”. Ella es de esas personas que no rechaza las invitaciones a vivir,
es inteligente y linda. Caro es linda.
Al final si fuimos,
fuimos al ciclo de lectura, que ese día no era lectura si no de cine,
Cinechupi. Fuimos Caro, Sil y yo. Recuerdo la pregunta de Caro “vos conocés a éste hombre en 3D?”, por Humber, preguntaba. Mi respuesta, “no”. “Bueno no
importa”, dijo ella. Y nos fuimos, con una canasta con vino, pan casero,
aceitunas, guacamole y queso. Yo tenía que saber qué onda Humber, que onda el Cinechupi
y esa movida de los ciclos literarios.
Llegamos al barrio recóndito
y posteriormente a la casa. Y sale Humber con el delantal puesto y con Helena,
la hija de Gonza, a upa. Y nos saludamos
como si nos conociéramos vaya a saber de cuando. Entramos a la casa de Humber y
ahí estaban Gonza y su mujer y después llegaron dos mujeres más. Y todos comimos
y tomamos y charlamos. Yo un poco de vergüenza tenía, pero a la segunda copa de
vino se me pasó bastante y menos mal que era Cinechupi y no Lectochupi si no se
me hubieran cruzado las palabras.
Humber estaba con
todo listo para cocinar. Cocinar una comida rara, que cuando me dijo que era parecido
al chipa me emocioné, porque tengo corazón chipanero. Hay que ser de hierro
para que no te guste el chipa. Ahí nos dijo que esa especie de chipa con forma
de panqueque se llama mbeju. Yo le pregunté varias veces “como?” seguramente
por el vino que ya había empezado a tomar. Y lo preparamos entre todos, bah
ellos, yo, la verdad, no amasé ni preparé siquiera uno. Yo sólo miraba. Miraba cómo una de las
mujeres trajo conservas que ella hizo y ayudó a amasar el mbeju, cómo la mujer
de Gonza preparaba ensalada, cómo Helena iba y venía porque hace poco que
camina, cómo Gonza ponía música y cuando se acababa la música ponía Sil, cómo
Humber nos hizo sentir como en nuestra casa sin mayor esfuerzo. Yo estaba ahí y
miraba.
Comimos y tomamos y
vimos Paterson, la genial película de Jim Jarmusch. Y después seguimos hablando
un rato más.
Fue linda la noche. Siempre
es lindo conocer gente, por lo menos a mí me gusta. Quién sabe lo que esa gente
será en tu vida. A veces no mucho, otras, si mucho. Pero menos mal que un día me escribió Ever y
que nos acercamos con Caro y que nos animamos a conocer en 3D a Humber, porque
esto, para mí, si ha sido bueno.
Si tuviera que sellar
con los sentidos este tiempo, sin dudas el aroma sería el tabaco y el sabor
sería el del mbeju.
La receta que cocinamos
esa noche es ésta, así como la recuerdo. No sé si es la receta de Humber o la
de verdad verdad. Igual que importa, o acaso hay una receta de verdad verdad de
las empanadas?
500 gr. de fécula de
mandioca
300 gr. de queso
sardo rallado grueso
1 chorrito aceite
1 cucharadita a de
semillas de anís
Sal y agua para unir
Se mezclan todos los
ingredientes hasta formar un granulado tipo crumble.
Para cocinar cada
mbeju se toma un poco de mezcla, yo agarré de a un puñado con las dos manos,
como cuando agarrás arena en la playa, y la volcás sobre una sartén caliente
apenas aceitada. Apretás la mezcla con una cuchara y tapás la sartén. Mientras
destapás el vino sucede la magia, lo que parece que nunca se va a unir, se une.
Cuando doró de un lado, lo das vuelta y que siga dorando. Sólo unos minutos de
cada lado. Lo ponés en un plato y así caliente lo cortás y lo comés. Lo comen todos, porque mejor hacer para
compartir.
Mariana
Que lindo escribis!!! No solo bordar era la cosa, jaja
ResponderBorrarNo sólo de bordado está hecho el hombre jaja ❤️
BorrarTe juro x dios que me senti en esa reunion!!!
ResponderBorrarAmo esa clase de encuentros cosmicos que le hacen tan bien a uno!!
Y me encanta el rumbo que esta tomando tu blog!!!!
Besote
Juli, me encanta que te encante. Yo estoy muy feliz con este nuevo rumbo. Por un momento pensé en armar un blog nuevo, pero ya sabemos el laburo que es eso. Así que de a poco se acomodarán las sandías en el carro. Un abrazo!
BorrarDice mi viejo "el que se va sin que lo echen vuelve sin que lo llamen" ...quién te dice, tal vez algún día esa persona vuelva...
ResponderBorrarGracias por compartirnos la receta y esos pedacitos de tu vida. Es la primera vez que escucho (porque yo no te leo, yo te escucho) la palabra mbeju. Habrá que probar...
El mbeju es una receta paraguaya, Humber es de por allá aunque vive hace mil por acá, Cerquita tuyo y mio, Nené. Probarla pero guarda que puede ser vicio. Un beso!
BorrarMe encanta cómo lo contás, y no sabés las ganas que me dieron de acompañarlos una noche de estas!
ResponderBorrarAy Flor, que lindo sería!
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